Claudia llevaba once años casada cuando empezó a notar que algo en su rutina se había desplazado. No fue un beso robado ni una caricia imprudente lo que marcó el inicio de todo, sino conversaciones largas después de hora, cuando la oficina quedaba en silencio y las luces de la ciudad se reflejaban en los ventanales.
Su jefe siempre había sido correcto, distante incluso. Pero en esos meses de presión laboral, proyectos imposibles y cafés compartidos, comenzaron a hablar de cosas que no estaban en los informes: frustraciones, cansancios, sueños que habían quedado en pausa. Claudia descubrió que reía con él de una forma que ya no recordaba hacer en casa.
Al principio se dijo que no era nada. Que solo era admiración. Que solo era sentirse escuchada otra vez.
Pero el corazón rara vez obedece a la lógica.
El día que sus miradas se sostuvieron más de lo necesario, Claudia sintió el golpe de la realidad. Esa chispa, invisible para los demás, iluminó de pronto todo lo que estaba en juego: su matrimonio, su trabajo, su reputación, su propia imagen de sí misma.
La relación no comenzó con pasión, sino con culpa.
Cada mensaje fuera del horario laboral le pesaba. Cada mentira pequeña —“me quedé hasta tarde por un informe”, “salí con compañeras”— se acumulaba como arena en los bolsillos. Andrés tampoco estaba libre de contradicciones: era su jefe, tenía poder sobre su carrera, y lo sabía. A veces intentaba alejarse, a veces era él quien volvía a buscarla.
Cuando finalmente cruzaron la línea, no hubo celebración. Solo un silencio denso después, lleno de preguntas sin respuesta.
Claudia no se sentía una villana de novela. Seguía siendo la misma mujer que preparaba desayunos, que reía con amigas, que cumplía con su trabajo. Pero ahora cargaba con una versión de sí misma que no reconocía del todo.
El miedo llegó antes que el remordimiento: miedo a ser descubierta, a perderlo todo, a no saber qué quería realmente. Porque lo más duro no era haber traicionado, sino no estar segura de a quién estaba traicionando más: a su esposo, a su jefe… o a ella misma


