El 5 de julio de 1946, el bikini llegaba a los escaparates de Francia. Muchas mujeres no tardaron en hacerse con uno, especialmente en las costas mediterráneas. Un año después aparecía en Estados Unidos. Los cuerpos de las mujeres, para entonces más expuestos que nunca antes, se volvieron a su vez peligrosos y tentadores en los anuncios de las revistas, pero como destaca la historiadora Jennifer Le Zotte, el bikini solo sería un ejemplo temprano de este fenómeno de la posguerra.
Con el disfraz de la romantización, igualar la conquista militar y las búsquedas sexuales atravesando el cuerpo de las mujeres no es nada nuevo: quién no ha escuchado alguna vez eso de que "en el amor y la guerra todo vale". Esta famosa frase tomó su forma más evidente durante la guerra entre el eje soviético y los países aliados del occidente capitalista: Chicas pin-up que hacían compañía a los soldados estadounidenses durante largas giras, lo sexy entretenía a los hombres de las tropas que, fuera de las trincheras, preguntaban por las "bombas".
La dualidad residía ahí, en el lenguaje mismo: mientras algunas mujeres eran expuestas, otras comenzaron a probarse un bikini lo hicieron precisamente porque nadie las veía. Es decir, la moda de la nueva ropa de baño se catalizó en dos vertientes gracias a la creciente popularidad de las piscinas privadas. Excepto la religión, todo era también privado y prohibido en España cuando se vieron los primeros bikinis en sus playas, ya entrada la década de los cincuenta. En pleno lavado de cara de una dictadura franquista que se abría al turismo, la costa valenciana, desde Alicante hasta Benidorm, se convirtió en una auténtica pasarela de modas que, para la sociedad española sujeta a la moral del fascismo, aún parecían una auténtica distopía. Fue allí donde la guardia civil puso multó a una mujer por llevar bikini. 40.000 pesetas debía pagar aquella turista, apunta la periodista Noelia Fariña en un artículo para El País, aunque una fotografía de una joven francesa en la playa de Santander, obtenida por Joaquín del Palacio con fecha de 1948, sugiere que pudo llegar bastante antes de manera un tanto clandestina.
La revista estadounidense Sports Illustrated, como apunta en un artículo para la BBC, publicó su primera edición de trajes de baño en 1964, "el mismo año en que el vanguardista diseñador de moda estadounidense nacido en Austria Rudi Gernreich, un nudista abierto, activista gay y defensor de la liberación sexual, presentó el controvertido topless de una pieza: el monokini, una tormenta en los liberales años 70". Gernreich decía entonces que el pezón femenino se descubriría en cuestión de cinco años. No fue así. Cinco décadas después, el cuerpo de las mujeres sigue siendo objetivizado, pixelado por las nuevas tecnologías que hacen en cualquier caso de viejas tácticas de control contra las que el movimiento feminista sigue luchando