En la empresa Ofimáticas del Futuro S.A., las mujeres llevaban décadas sirviendo café, tomando notas y salvando proyectos imposibles mientras los hombres hacían cosas muy importantes, como debatir el grosor ideal de las corbatas.
Todo marchaba con la regularidad de un reloj… un reloj programado por el patriarcado.
Hasta que un martes —porque las revoluciones nunca empiezan en lunes— la señora Paquita, la más veterana del equipo, derramó por accidente el café sobre un informe de marketing y, en lugar de disculparse, gritó:
—¡Esto no es café, es gasolina de la revolución!
Nadie entendió nada, pero algo cambió en el aire.
Ese día, las mujeres se reunieron en secreto en la fotocopiadora (el único lugar donde los hombres nunca entraban porque “no saben cómo funciona”).
Allí fundaron un movimiento clandestino: “Las Guerreras del Café”.
Su objetivo: acabar con la tiranía del “¿me haces un favorcito, linda?”
Su lema: “Sin nosotras no hay PowerPoint que funcione.”
Al amanecer del jueves, ejecutaron el Plan Espresso Supremo.
Confiscaron la cafetera, el microondas y el calendario de “Mujeres de la Contabilidad 2012”.
En su lugar colocaron un cartel enorme que decía:
☕ PROCLAMACIÓN OFICIAL DE LA REPÚBLICA FEMENISTA DEL CAFÉ LIBRE ☕
Toda persona, sin distinción de género, deberá aprender a calentar su propio tupper y a servir su propia taza.
El caos fue inmediato.
Los hombres de la empresa, privados de cafeína, comenzaron a tambalearse como zombies con corbata.
Uno intentó preparar café con agua de la pecera.
Otro le echó al espresso un sobre de sopa instantánea.
El jefe de recursos humanos trató de “dialogar”, pero lo hizo con una presentación de PowerPoint titulada “La Mujer en la Empresa: Una Perspectiva desde 1983”, lo cual solo empeoró las cosas.
Mientras tanto, las Guerreras del Café ocuparon la sala de juntas, reescribieron las normas corporativas y diseñaron nuevos puestos de liderazgo:
Directora Suprema de la Empatía.
Ministra del Buen Gusto en PowerPoints.
Generalísima de los Derechos Humanos y del Papel Higiénico en el Baño de Mujeres.
Cuando el Director General (alias El Machirulo Supremo) intentó recuperar el control, fue recibido con una taza de descafeinado simbólico —“para que no te alteres”— y una carpeta con la nueva política empresarial:
Toda persona que diga ‘ay, pero qué exageradas’ será reasignada a archivar documentos en el sótano por toda la eternidad.
El orden nuevo fue instaurado.
La productividad aumentó.
Las risas se multiplicaron.
Y el café, por fin, supo a victoria.
Desde entonces, Ofimáticas del Futuro cambió su lema a algo más realista:
“Sin mujeres no hay oficina, ni café, ni sentido común.”

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